Rompiendo tópicos: Adam Smith y la lucha de clases (2 de 4)

Continuamos con la segunda entrega de esta pequeña serie de entradas bajo el nombre de "Rompiendo tópicos: Adam Smith".

En este caso la cita de Adam Smith tiene que ver con las clases sociales y la lucha de clases que conlleva la división clasista de la sociedad. La cita es un poco larga. Destaco en negrita las partes más interesantes:

«Los salarios corrientes del trabajo dependen del contrato establecido entre dos partes cuyos intereses no son, en modo alguno, idénticos. Los trabajadores desean obtener lo máximo posible, los patronos dar lo mínimo. Los primeros se unen para elevarlos, los segundos para rebajarlos.

»No es difícil, sin embargo, prever cuál de las partes vencerá en la disputa y forzará a la otra a aceptar sus condiciones. Los patronos, al ser menos en número, pueden unirse fácilmente; y además la ley lo autoriza, o al menos no lo prohíbe, mientras que prohíbe las uniones de los trabajadores. No tenemos leyes parlamentarias contra la asociación para rebajar los salarios; pero tenemos muchas contra las uniones tendentes a aumentarlos.

Además, en tales confrontaciones los patronos pueden resistir durante mucho más tiempo. Un terrateniente, un colono, un comerciante o un fabricante pueden, normalmente, vivir un año o dos con los capitales que ya han adquirido, y sin tener que emplear a ningún trabajador. En cambio, muchos trabajadores no podrían subsistir una semana, unos pocos podrían hacerlo durante un mes, y un número escaso de ellos podría vivir durante un año sin empleo[1]. A largo plazo, el trabajador es tan necesario para el patrono como éste lo es para él, pero la necesidad del patrono no es tan inmediata.

»Se suele decir que la unión de los patronos es muy rara y que la de los trabajadores es muy frecuente. Pero los que, de acuerdo con estos dichos, piensen que los patronos raramente se unen, son tan ignorantes de lo que pasa en el mundo como de este asunto. Los patronos están siempre y en todas partes en una especie de acuerdo tácito, pero constante y uniforme, para no elevar los salarios por encima de su nivel actual. La violación de dicho acuerdo es, en todas partes, impopular, y somete a quien así procede al reproche de sus vecinos e iguales. De hecho, oímos poco de estas uniones porque es lo normal, incluso se puede decir que es el estado natural de cosas de las que nunca se oye hablar. Los patronos constituyen, a veces, incluso uniones específicas para reducir los salarios por debajo de aquel nivel.

Estos acuerdos se llevan a cabo siempre con el más absoluto silencio y secreto hasta que se ejecutan, y nunca se hacen públicos cuando los trabajadores se someten, como a veces ocurre, sin resistencia. No obstante, estas uniones se encuentran a menudo frente a uniones defensivas de los trabajadores, quienes en ocasiones, sin existir siquiera una provocación de este tipo, se unen para elevar los salarios. Las razones que esgrimen estriban a veces en el alto precio de los bienes de subsistencia y, a veces, en los grandes beneficios que los patronos sacan de su trabajo. Ahora bien, sean sus uniones defensivas u ofensivas, se suele hablar mucho de ellas. Para precipitar una solución recurren siempre a grandes alborotos y a veces a la violencia y a los atropellos más sorprendentes. Están desesperados y proceden con el frenesí propio del hombre en ese estado, cuya alternativa es morirse de hambre o forzar a sus patronos a que, por miedo, cumplan sus exigencias[2]. En estas ocasiones los patronos reclamen tanto como ellos y exigen la ayuda de los magistrados civiles y el cumplimiento riguroso de las leyes establecidas con tanta severidad contra la asociación de sirvientes, trabajadores y jornaleros[3].»



De este fragmento extremos pues tres ideas a comentar, las cuáles he destacado la parte más significativa en negrita:

[1] Esta primera cita me parece muy significativa, y sobretodo, es una justificación a qué es lo que entendía Marx sobre la libertad, tema al que hace tiempo ya le dediqué un huequito en este blog. Exlicaba yo por aquél entonces:

[Segun el liberalismo] el individuo tiene la libertad de vender su fuerza de trabajo a quien quiera, negociando con la empresa las condiciones en las que pueda trabajar. Pero para Marx, el error de esta concepción de la libertad tiene que ver con la abstracción realizada, pues el sujeto pobre, es decir, que o trabajo o me muero de hambre, aunque nadie le obliga a trabajar, o acepta la oferta de la empresa o se muere de inanición. Por lo tanto, para Marx, el concepto de libertad liberal no es más que una coacción encubierta.


No creo que sea polémico sacar la conclusión de que Adam Smith lo que hace nuevamente es, aunque de forma implícita, volver a dar la razón a Marx.

[2] Pero Adam Smith en su desarrollo teórico no solo da la razón a Marx negando la falsa teoría de la libre elección de la subasta de cada individuo como fuerza de trabajo pregonada por los acólitos neoliberales, sino que además reconoce y justifica las movilizaciones de las trabajadoras, básicamente porque, como bien dice Adam Smith, "[su] alternativa es morirse de hambre".

Hoy en día...¿quien se pudiera imaginar que ya Adam Smith en su día hiciera una defensa y una justificación de la necesidad y legitimidad de existencia de los sindicatos?

[3] Y como tercer aspecto a comentar del texto, debemos señalar este nuevo reconocimiento implícito de Adam Smith de qué rol juega el Derecho y el Estado en el sistema capitalista: no es más que el monopolio de la violencia ejercido por parte del Estado hacia la clase trabajadora al servicio de los intereses de la oligarquía burguesa y capitalista.


¿Alguien se imaginaba un Adam Smith que reconociera la existencia de la lucha de clases, la falsa teoría liberal de la libertad en el mercado laboral, justificara la existencia y razón de ser de los sindicatos y de las luchas obreras y encima reconociera el papel que el Estado y el Derecho juegan como herramientas de opresión de la clase trabajadora?

Seguiremos desmontando tópicos en la siguiente entrega: Adam Smith y los intereses de la clase dominante

El extracto es de: Adam Smith, La Riqueza de las Naciones, (1776), Editorial Oikos-Tau, Barcelona, 1988, libro I capítulo VIII, pp. 149, 150.

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